viernes, 4 de junio de 2010

El Sentido de la Moda

Si usted no lo sabe, cuando no estoy escribiendo en este blog, dedico gran parte de mi tiempo a dirigir una empresa de vestuario. Mi fuerte son los números y la administración financiera, lo que muchas veces me pone en frente a muchos actores de la industria, enfocados primariamente al diseño, al arte, etc.

Mi formación me lleva continuamente a cuestionarme el por qué de las cosas. Antes de mi incursión en el sector textil yo había trabajado en la industria de alimentos, en el sector forestal y de energía. En estas áreas es fácil encontrar necesidades "reales" que son satisfechas por los agentes de la industria: disponer de alimentos, madera para construcción o energía para iluminar. En cambio, el mundo del vestuario se nutre de una necesidad que va mucho mas allá de simplemente cubrirse por frío o pudor. Nos encontramos frente a la explotación de necesidades mas subjetivas, tales como el afán de buscar la distinción al individualizar la imagen personal, la búsqueda de la belleza, y la asociación de estilos de vida predominantes con modos de vestir específicos.

Hasta hace no muchas décadas el tipo de vestuario permitía identificar con bastante precisión el origen social de las personas. El vestuario era en general caro, y el de calidad debía durar por años. Así, las modas cambiaban lentamente, y al mutar, generaban una práctica común de pasar las prendas desde las clases altas a las menos acomodadas, a través de regalos que eran bien recibidos. Así, en la calle era fácil identificar, con tan solo mirar la ropa, el origen social de las personas.

El comercio se realizaba principalmente por tiendas individuales que comercializaban normalmente su propia producción. Las marcas eran primariamente locales, al estar restringidas las importaciones. Las prendas buscaban estilos clásicos, tendientes a durar en el tiempo.

La masificación de las marcas, el desarrollo del retail masivo, la globalización y el surgimiento de China como proveedor de bajo costo produjeron una igualación en la oferta. Los productos importados de Oriente copiaron la imagen de las marcas de vanguardia, al igual que el retail, que la pone a disposición de los clientes con gran rapidez.

El cambio social es notable. Hoy, en la calle, el estilo de vestuario ya no define clases sociales. Los estilos pasan a ser transversales en este aspecto. Sin embargo, el afán de individualización a través del vestuario no ha cesado por ello. Hoy la ropa sirve de identificador de modelos sociales mas asociados a tribus urbanas o estilos de vida. Las marcas apuntan a estos segmentos a fin de obtener la segmentación requerida y salir del mainstream provisto por las cadenas de retail en sus compras masivas de oriente. A su vez, estas cadenas están pendientes de los desarrollos en los segmentos mas populares, incluyéndolos en sus colecciones e incentivando su masificación. Al difundirse el estilo, un nuevo segmento alternativo surge rápidamente en contraste. Este vértigo alimenta a la industria, que requiere constantemente forzar las compras a través de la imposición de nuevas modas.

Vemos en este círculo virtuoso de crecimiento para la industria un aprovechamiento de la necesidad de individualización y reforzamiento de la auto imagen. La belleza nunca ha sido mas subjetiva. Nos podemos asombrar nosotros mismos con la rapidez con que asumimos modelos que, a lo mejor, nos parecieron chocantes, o derechamente feos, la primera vez que los vimos. En este sentido, la subjetividad de la belleza no implica solo cambios de percepción de una persona a otra, sino que también respecto de la visión que tenemos nosotros mismos de ella a través del tiempo.

Los modelos de estilo y belleza pasan a ser relativos espacio-temporalmente. Al final del día, aquello con que nos vestimos refleja nuestras percepciones sociales. Una moda plural es el reflejo de una sociedad plural. El eclecticismo social nutre variedades de estilos representativos de dicha diversidad.

¿Es la diversidad un fin en si misma? En mi contacto con diseñadores y gente de la industria, el vértigo que impone la realidad del negocio obliga a buscar cada vez con mayor rapidez el cambio. Se valora el producto diferenciado, el que entrega nuevas interpretaciones en formas y texturas. Sin embargo, en la prosecución de las modas, y en el tratar de adelantarse a ellas, muchas veces se cae en el frenesí del cambio por el cambio, del buscar lo distinto por ser distinto. Se aplaude la propuesta mas transgresora, sin evaluar el sentido estético de la misma ni su concatenación con la realidad social en que se inserta.

El verdadero diseñador es aquel que sabe plasmar en texturas y colores una realidad social en desarrollo. Hay patrones que se repiten a través de la historia. Por ejemplo, en vestuario masculino, tiempos de austeridad se asocian a colores lisos, cuellos modestos y prendas entalladas. Lo opuesto en tiempos de opulencia, donde priman las lineas y cuadros de contrastes fuertes y la generosidad en las dimensiones. Estos patrones tienen sentido económico que se filtra en lo estético. Un vestuario punk, uno hip-hop, o un estilo financiero-urbano debe reflejar los valores de sus destinatarios, adecuando las prendas a la evolución de sus necesidades.

Podemos ver jóvenes que se incorporan al mundo del trabajo después de asociarse a grupos emo, hip-hop o cualquier otro. Ellos estarán normalmente dispuestos a aceptar los códigos de su nueva realidad social, pero querrán en sus prendas guiños al estilo al que se encuentran asociados. El arte consiste en identificar los cambios sociales en los distintos grupos que permitan entregarles una propuesta acorde a sus nuevas necesidades.

El cambio por el cambio no vende. Sólo es exitoso el estilo que logra identificar los cambios sociales y reinterpretar el vestuario en el momento justo en que ello ocurre.

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