sábado, 8 de mayo de 2010

¿Por qué a los Políticos les gusta mandar mensajes por el Diario?

Todos los días vemos que en los medios aparecen entrevistas, e incluso filtraciones semi-anónimas, por las cuales un político manda mensajes a otros colegas, normalmente de su mismo sector. Esta técnica es ampliamente utilizada para levantar candidatos, poner nuevos temas en la agenda, o para desacreditar políticas adoptadas.

Un ejercicio mínimo de sentido común podría hacer pensar que, en la prosecusión de un objetivo político, la discreción debe ser una herramienta extremadamente útil. El trabajo tras bambalinas tiene la ventaja de no exponer al emisor a la opinión pública. Si se trata de convencer a un aliado acerca de la conveniencia de una u otra estrategia política, parece práctico acercarse a una mesa de negociación y diálogo interno y buscar un punto de negociación que permita buscar la alternativa mas eficaz para el conglomerado al que se pertenece.

Sin embargo es extremadamente común que miembros de partidos de gobierno hagan valer sus puntos discrepantes a través de la prensa, y, a la vez, la oposición se enfrasque en diálogos públicos entre sus propios miembros, en la prosecusión del retorno al poder.

El uso masivo de esta herramienta podría deberse a distintos factores. El primero que podemos mencionar es la innegable atracción de representan los medios de comunicación para los actores políticos. Ellos viven del voto popular y la eficaz presencia en los medios es una vitrina para mantenerse en el top of mind del electorado. Esto podría relativizar la disciplina requerida para la eficacia política en favor de una figuración personal. Como en la historia de la rana y el escorpión, la naturaleza propia del político traicionaría la racionalidad en la toma de decisiones.

Sin embardo, pensamos que los políticos exitosos son bastante racionales y utilizan los medios de una forma tal que excede la mera figuración personal. Siempre habrá un outsider que buscará posicionarse a como de lugar, pero dentro de los jugadores de primera división, estas actuaciones estarán marcadas por un objetivo mas de fondo.

El motivo mas frecuente de estas actuaciones están relacionadas al interés de aglutinar a una facción de su propio sector. Es propio de los políticos el manejar esquemas semi-feudales de lealtades. Existen muchos grupos dentro de los cuales sus miembros se prestan servicios recíprocos. A la vez cada uno de estos grupos establece alianzas con otros grupos. El ejercicio del poder exige elegir a los aliados y antagonistas. Dentro de la alianza a la que se pertenece pueden existir peligros potenciales de división, o la dirección de las propuestas puede ir en contra de los intereses de algunos de los grupos que lo componen. En este sentido un dirigente puede aparecer ante la prensa atacando a su propio sector. Sin embargo, lo que realmente hace es reunir a su propio grupo, a fin de que reafirme su propia identidad en oposición al mainstream del sector donde ha formado alianza.

La situación de la Democracia Cristiana bajo los gobiernos socialistas de la Concertación es buen ejemplo de esto. Su poder de veto en temas tales como el aborto y otros crispó muchas veces a los sectores mas de izquierda del conglomerado. Sin embargo, estos embates eran imprescindibles para que la propia DC mantuviera su identidad propia. Los llamados a la moderación desde los gobiernos socialistas a sus propios partidarios no eran mas que un requerimiento urgente para que las diferencias no produjeran un quiebre mayor en el conglomerado de gobierno.

Hoy vemos que el rol que asumía otrora la DC le corresponde a la UDI. Así no resulta sorpresivo que Pablo Longueira llame la atención a su gobierno por la forma de enfrentar distintos temas. El gobierno ha llamado al servicio público a algunos miembros de élite se su partido, y el riesgo de que ellos queden asimilados a un partido transversal de gobierno es real, tal como ocurrió bajo el mandato de Aylwin, mas aun cuando los lideres de la UDI y RN quedaron fuera de los cargos ejecutivos.

El mensaje tiene un destinatario equívoco. Los miembros independientes del sector a que pertenecen pueden observar su actuar con perplejidad. Atacar al mainstream del grupo puede ser muy riesgoso. El aglutinar a los mas cercanos puede generar un daño al conjunto en un juego de suma negativa.

El ejemplo mas claro de este exceso es el caso del PRSD y la Concertación, particularmente el PS. El famoso altercado entre Escalona y Gómez en Rancagua no es sino una muestra palpable de que, pasados ciertos límites, los efectos de una autoafirmación frente al bloque resulta perjudicial para el conjunto. Quizá la sola constatación del nivel de deterioro de las relaciones al interior del bloque fue lo que hizo perder el apoyo popular a la Concertación.

¿Cuál es el límite? El dilema del prisionero y la teoría de juegos nos enseña que no existen límites para este tipo de actuaciones. Pertenecer a un gobierno siempre será un aglutinante que quitará efectividad y dejará cerca de un mero berrinche las actuaciones y declaraciones díscolas. El riesgo de de ser alejado del poder moderará los comentarios. Habrán dos tipos de razones por las cuales se pueden sobrepotenciar las posibilidades de que aumente la figuración de los outsiders del conglomerado:
  1. La intensidad de las diferencias de fondo sean de tal magnitud que el atractivo del poder no sea suficiente para aglutinar al grupo.
  2. La posibilidad de que el poder sea perdido por el conglomerado en un corto plazo.
La primera de las razones es de muy rara ocurrencia. El alejamiento de algunos elementos radicales ante el advenimiento de la Unidad Popular, o el alejamiento de la DC del gobierno militar pueden ser algunos de estos casos (aunque técnicamente nunca la DC formó "parte" del Gobierno militar, pese a que muchos de sus partidarios si lo apoyaron en un inicio).

La segunda es mucho mas común. El caso de Henriquez en la última elección presidencial es el mas cercano. Pero eventos similares ocurrieron en el ocaso del Gobierno militar. El desmembramiento de la DC por la izquierda a fines de los sesenta y principios de los setenta (MAPU, IC) pueden responder a fenómenos similares.

Cuando el aglutinante del poder no existe, las dinámicas se vuelven mas complejas. Las posibilidades de que los llaneros solitarios incendien la pradera son mayores. Solo la proximidad del acceso al poder puede moderar el instinto de perfilar al propio sector en forma independiente.

¿Qué podemos esperar para el Chile de 2010 a 2014? El eje sobre el que es posible evaluar las opciones para los distintos actores dependerá del nivel de éxito del gobierno y de la percepción de la opinión pública.

Un gobierno debilitado potenciará los individualismos en la Alianza. La necesidad de separarse del ejecutivo alejará a la UDI, que acusará a Piñera de desviarse de su agenda modernizadora. La Concertación actuará unida para ante la posibilidad cercana de recuperar el poder. La actuación de los cercanos a Henriquez y la extrema izquierda seguirán rumbos divergentes ante la necesidad de potenciar sus propios mensajes, aun a riesgo de las perder las escasas cuotas de poder que detentan.

Un gobierno fortalecido mantendrá unida a la Alianza. Los díscolos serán acallados por el mainstream, al tiempo que viviremos una balcanización en la Concertación, la que probablemente se escindirá definitivamente. La posibilidad de la entrada de la DC al conglomerado de gobierno, o de una parte de ella al menos, será cada día mas cierta.

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