domingo, 3 de abril de 2011

Los Arabes y El Fin de la Historia


Tras la caída del Muro de Berlín Francis Fukuyama nos dio cuenta del fin de la historia. Un sistema político y económico único se impondría globalmente: la democracia liberal capitalista. La caída del marxismo y la incorporación al sistema democrático de gran parte de Latinoamérica y Europa oriental, como la creciente liberalización de China parecían darle la razón. Los particularismos de grandes zonas tercermundistas, especialmente en Africa, Medio Oriente y Asia Central parecían rezagos que no tardarían en “ponerse al día”.
El ataque de Al Quaeda dio un fuerte golpe a la percepción internacional de esta teoría. Fuerzas antidemocráticas pudieron realizar un ataque al centro del poder económico y militar de la única superpotencia. La historia todavía tenía muchos renglones por escribir.
Los conflictos entre el mundo árabe y occidente son de larga data. Desde la caída del Imperio Otomano luego de la primera guerra mundial, Oriente Medio fue parte del botín a repartir entre las distintas potencias de turno. Su desintegración política facilitó el actuar de los extranjeros al apoyar gobiernos de su conveniencia.  La creación del Estado de Israel fue la culminación de este intervencionismo al despojar a todo un pueblo del lugar de nacimiento de sus padres.
La reacción árabe fue muchas veces violenta. Guerras y terrorismo terminaron de separar al mundo árabe de Occidente. Sus gobernantes eran percibidos como tiránicos y corruptos, y sus pueblos como retrasados y barbáricos. Los ataques terroristas en las olimpiadas del ’72, los secuestros y derribos de aviones en esa década y la siguiente no hicieron mas que reforzar esta imagen. Los ataques a las torres gemelas fueron el corolario final de esta confrontación de culturas. Está visión fue fuertemente apoyada por los medios. No hubo película de acción, de los años ’70 en adelante, en que el antagonista no fuera un cruel y sádico árabe. No es un mito que el control de los medios por parte de la comunidad judía hizo mucho por reforzar esta imagen, mas alla que el nacimiento del estado de Israel fuera originado por actos de terrorismo tanto o mas crueles que los perpetrados por árabes. Sin embargo, los medios consiguieron poner a Israel en cercanía a los valores de occidente, en contraposición a “los otros”, en este caso, el mundo árabe.
Muchos fundamentalistas protestantes ven en la creación del Estado de Israel el cumplimiento de promesas bíblicas, dando sustento religioso a una alianza entre los sectores conservadores norteamericanos con el sionismo.
En este contexto, las turbulencias del mundo árabe producen, a lo menos, perplejidad en el mundo occidental. Los movimientos de cambio en Túnez y Egipto fueron encabezadas por jóvenes que utilizan internet para comunicarse. No existen claros liderazgos visibles, sinó que se trata de movimientos sociales en el mas puro sentido de la palabra. Los grupos opositores preexistentes, como la Hermandad Musulmana de Egipto, quedan como observadores o, a lo mas, como coparticipes de eventos sobre los que carecen de autoría.
El inicial apoyo Francés al stablishment tunecino, los miedos expresados por el gobierno israelí ante la posibilidad de un cambio de gobierno en Egipto, y las dudas de toda la comunidad internacional respecto del apoyo a los opositores a Qadaffi en Libia no son sinó muestras de lo difícil que ha sido para el mundo occidental sacarse los arquetipos y prejuicios que ha construido sobre el pueblo árabe.
Los eventos están lejos de haberse consolidado. En Egipto los militares aun no entregan el poder a un gobierno democráticamente elegido. La Guerra Civil en Libia estuvo a horas de ver la caída de los opositores, de no ser por la eficaz intervención de la coalición internacional. Los opositores en los ricos países del golfo y Siria están sufriendo una fuerte represión por parte de sus gobiernos, mientras que la casa real Saudi compra la lealtad de sus súbditos con billonarios paquetes de subsidios. Yemen parece seguir el modelo Egipcio. Estamos en uno de esos raros momentos en que, tal como ocurrió en Latinoamérica en los ’80, los regímenes autocráticos de toda una región van cayendo como dominós. Pero nosotros sabemos que, en el mejor de los casos, esto lleva a una gran variedad de escenarios. No podemos decir que la transición democrática en Argentina, Brasil, Venezuela, Chile o Mexico hayan seguido derroteros similares, pero sin duda que en todos los países latinoamericanos su situación política es ha presentado avances significativos respecto de su estado hace una cuarto de siglo.
Tarde o temprano se descubrirá en el mundo árabe, mas allá de la curiosidad que puede despertar en occidente sus costumbres y ritos, comunidades con los mismos anhelos de libertad y prosperidad que animan a todos los hombres. Para el mundo árabe, el éxito de sus democracias puede hacer mucho mas por sus reivindicaciones históricas que el terrorismo. La flotilla de la libertad, que pretendió llevar ayuda humanitaria a Gaza el año pasado fue un aporte mayor en la lucha por recuperar las tierras usurpadas a los palestinos que años de cohetes y bombas suicidas. La lucha se podrá ganar en el campo de los valores, cuando la democracia y la libertad se instaure en el mundo árabe, lo que quizá termine por dar la razón a Fukuyama.

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