En los últimos meses hemos visto a la Concertación debatiendo ácidamente sobre las causas de la derrota de diciembre pasado. Se invoca desde las cualidades de candidato, hasta a el liberalismo de los ex-ministros de hacienda. Se ve una confusión grande y un tironeo de izquierda a centro. Detrás de ello está la necesidad de posicionar a la coalición para las próximas elecciones como un referente de izquierda (PPD-Socialistas) o de Centro (DC).
Para la Alianza el análisis debiera ser mucho mas claro. El país no giró a la derecha. Los chilenos se aburrieron del cuoteo, de los chanchullos y, en definitiva, de la toma del poder como algo propio, del cual alguien se puede servir como un derecho adquirido por el hecho de ganar las elecciones. La hojarasca cayó como un ladrillo para la Concertación, ante el ninguneo a las críticas a la falta de gestión y oportunismo.
Se puede argumentar que ha habido cambios significativos en la sociedad chilena. Que los grupos emergentes son mas individualistas y pro mercado (¿mas de derecha?). Todo esto puede ser cierto, pero el salto que dió el electorado tuvo mas que ver con un cambio de equipos que con una modificación de ideas políticas. Al final del día, las ideas de Piñera y Frei no estaban precisamente en las antípodas, y su formación política es mucho mas cercana de lo que ambos estuvieron dispuestos a aceptar.
El Desalojo, sin embargo, tuvo como correlato un Realojo de las nuevas autoridades en La Moneda. El comienzo fue auspicioso. La inclusión de autoridades con fuerte perfil técnico en los ministerios nos hablaba de un énfasis en la gestión que concordaba con aquello por lo que los Chilenos votaron. Ver el despliegue presidencial en los primeros días, el apoyo a Carabineros el día anterior a la conmemoración del joven combatiente, y al ministro Lavín mostrando el cumplimiento de las metas de funcionamiento de Colegios post terremoto son mensajes que claramente iban en la linea de un Gobierno realizador y en sintonía con las necesidades reales de la gente.
El ruido proveniente del proceso de venta de las empresas del Presidente parece que no ha hecho mella a la popularidad del Gobierno, permaneciendo mas como una discusión de élite.
Sin embargo, en forma soterrada, van surgiendo señales, aun débiles, pero claramente perceptibles, que van en el sentido de un copamiento del Estado por las nuevas autoridades, reeditando los vicios del pasado. Los reclamos de los partidos respecto de su participación en el gabinete obligaron a un reacomodo de piezas en las subsecretarías. Las renuncias forzadas en cargos elegidos por la Alta Dirección Pública y la permanencia forzada de la Jefa de Asesores de Piñera como miembro de dicho Consejo son claras señales de que no se quiere avanzar en el sentido de la despolitización de la gestión del Estado.
Es posible que algunos piensen que es necesario mantener un ferreo control político de cada uno de los órganos del Estado para asegurar la eficiencia en la gestión. Después de todo, saber elegir en quién delegar es el secreto del éxito en el sector privado, de donde provienen nuestras actuales autoridades. Sin embargo, en el ámbito público en imprescindible la despersonalización, tal como lo enseñó Portales al fundar el Estado en Chile. El equilibrio entre la ineludible necesidad de mejorar la gestión pública con la obligación de no discriminación arbitraria en la selección de las autoridades es el secreto del éxito, mas aun cuando la promesa de hacer un gobierno de unidad nacional choca con la aplanadora que quizá alguien pensó en poner en funcionamiento para barrer con los mandos medios heredados de la anterior administración.
¿Como lograr el equilibrio? El Gobierno, a fin de evitar el daño a su imagen pública debe, aunque sea doloroso, explicar claramente ante el país las razones que ameritan cualquier cambio en las autoridades sujetas a selección por parte del Consejo de Alta Dirección Pública, el que debe gozar de total autonomía en la proposición de las ternas. Es necesario que el Gobierno esté dispuesto a sacrificar rapidez en la toma de decisiones en aras de la transparencia. Se debe recordar que los sobresueldos, que tanto daño hicieron a la Concertación, comenzaron simplemente como una forma de ayudar a que personal de alto nivel se uniera a las labores de Gobierno para asegurar el buen éxito de las políticas. En el sector público los atajos no siempre llevan por la senda adecuada. El camino largo es el único que permitirá que en cuatro años mas la actual administración sea vista no sólo como un Gobierno realizador, sinó que también como uno que modernizó el Estado en un viaje sin retorno.
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