sábado, 2 de julio de 2011

Indignaos También

El veterano francés de la Segunda Guerra Mundial Stephane Hessel ha incendiado occidente con su panfleto "Indignaos". En el llama a la resistencia pacífica contra las políticas neoliberales y otra serie de causas, apelando al espíritu de la refundación francesa posterior a aquella conflagración y al de la Declaración Universal de Derechos del Hombre.


Indignarse puede ser una buena o mala práctica, dependiendo del color del cristal con que se mire. De hecho, como todos los sentimientos, la indignación de un individuo es indiferente desde un punto de vista de políticas públicas, por pertenecer exclusivamente a la esfera privada. Lo que no es indiferente en términos públicos es el llamado a la movilización a propósito de este indignación. Estas movilizaciones si son hechos públicos, mas o menos legítimos, dependiendo de la forma y circunstancias en que se realicen.


El llamado a la indignación de Hessel tiene que ver con diversas causas, primeramente contra el neoliberalismo, pero también incluye la ecología y la causa palestina entre otros. Mas allá de si adherimos o no a ellas, el llamado primigenio a la movilización tiene también un valor ambivalente. Si ella representa un llamado a la creación de una opinión pública favorable a ciertas causas y sus métodos son pacíficos y ordenados, representarán un ejercicio legítimo de la libertad de expresión. Por el contrario, estas expresiones pueden adquirir un marcado cariz antidemocrático si pretenden sustituir la voluntad popular, manifestada a través del sufragio universal, por aquella de los mas vociferantes o de grupos de presión. 


Los ciudadanos somos llamados periódicamente a elegir nuestras autoridades. Consejales, Alcaldes, Diputados, Senadores y el Presidente de la República tienen la obligación de ejecutar los programas que presentaron a la ciudadanía que los eligió. Este es el verdadero sentido de la democracia. El pueblo se manifiesta a través de elecciones. La opinión pública genera el ambiente y sustrato sobre el cual los políticos elaboran sus programas. Este diálogo permanente entre autoridades, candidatos y opinión pública es lo que da riqueza a la democracia y permite el desarrollo de los países en un modo armónico con los intereses de la nación.


Me indigna que aquellos que perdieron las elecciones pretendan pasar por encima de la voluntad popular, utilizando grupos de presión para impedir que el programa de quienes ganaron las elecciones pueda ser ejecutado. Es perfectamente legítimo que se realicen marchas y, el que así lo quiera, se manifieste públicamente, sin violentar el derecho de los demás a utilizar los espacios públicos. Lo que no es aceptable es que, mas allá de la influencia que estos movimientos puedan generar en la opinión pública, puedan cooptar las potestades de las autoridades legítimamente elegidas. Este sería el inicio de una forma de neo-corporativismo, con la posibilidad de generar resultados tan nefastos como aquellos que surgieron de esta forma de pensamiento en Italia y Alemania después de la primera guerra mundial, y contra los cuales el mismo Hessel combatió con fuerza.


En este año hemos visto tres grandes manifestaciones públicas en Santiago: Aquella en contra la aprobación de Hidroaysen, la que apoya la institucionalización de las relaciones homosexuales y la que convoca a los partícipes de la educación pública. Pero existe una gran diferencia entre ellas. Las dos primeras constituyen manifestaciones que pretenden influir en la opinión pública sobre una causa, mientras que las tomas y manifestaciones de los estudiantes, profesores y rectores constituyen una forma de cooptar a los poderes públicos legítimamente establecidos, pretendiendo imponer políticas por parte de personas que no han sido jamás elegidas por nadie para hacerlo.


Me indigna que una masa de ciudadanos que escasamente se han inscrito en los registros electorales, pretendan imponernos políticas a quienes optamos por sacrificar apenas dos medios días cada dos años para manifestar nuestra opinión en las urnas. ¿Acaso creen que su voto tiene mas valor que el nuestro? ¿Piensan que son tan superiores que no necesitan votar para imponer sus puntos de vista y que les basta con lo gritos, las tomas y la destrucción del mobiliario público?


Me indigna que las mayorías menos organizadas sean pasadas a llevar sin miramientos. Aquellos que no pueden tomarse sus puestos de trabajo por que los necesitan para pagar sus cuentas, y deben trabajar para vivir no pueden manifestarse sinó a través de las urnas. Estas son las mayorías que deben ser valoradas.


Me indigna la forma como mucha gente vende, y otros compran panfletos. El valor de consignas como "no al lucro", "el agua es de todos" o "igualdad (aunque seamos desiguales)" carecen de todos sustento racional, pero se repiten como cuentas de rosario. 


Me indigna como los políticos se mueven como veletas, se suben a los buses que otros conducen, por oportunismos de última hora.


Me indignan los trascendidos, las verdades a medias, con que se manipula a la opinión pública.


Si señor Hessel. Habemos muchos indignados, pero algunos debemos seguir trabajando, pagando impuestos y cuentas, para financiar a aquellos que no saben otra cosa que subirse a cuanta manifestación existe, comprar cuanto panfleto se venda a vil precio, y cooptar a las mayorías que se expresan a través del voto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario