jueves, 18 de agosto de 2011

¿Qué es el Lucro en la Educación?

Lucro es una mala palabra. Ampliamente denostada, estéticamente fea, pero sobre todo, etimológicamente desconocida. El diccionario la define como la ganancia o provecho de una actividad o negocio. Desde este punto de vista, son actividades lucrativas tanto la que realiza un inversionista en la bolsa, como un barrendero en la calle. Se contrapone con actividades voluntarias, tales como las que realizan quienes participan en forma no remunerada en ONGs u otras efectuadas simplemente como hobby por las personas.

Desde una perspectiva jurídica, la ley reconoce distintos tipos de sujetos de derecho, según si estos persiguen o no lucro. Se denominan personas jurídicas con fines de lucro a los distintos tipos de sociedades civiles y comerciales, mientras que denomina corporaciones y fundaciones a aquellas que persiguen la beneficencia u otro fin altruista. La diferencia entre unos y otros no dice relación con el tipo de actividades que realicen, sino mas bien con el destino de los excedentes que estas generan. Las sociedades buscan que las utilidades que generen terminen beneficiando a sus socios o accionistas, mientras que corporaciones y fundaciones reinvierten sus beneficios a fin de incrementar las actividades que le son propias.

Desde un punto de vista económico, el lucro se ha asociado a las rentas de capital. Se contrapone, de este modo, a las rentas del trabajo. El mal nombre del lucro viene precisamente de la noción marxista de las rentas de capital, en tanto en dicha ideología estas constituyen la apropiación indebida de la plusvalía derivada de la explotación del proletariado por parte de los propietarios. Este desprestigio ha permeado a través de generaciones, a pesar del descrédito de la ideología que la sustenta.

A partir del siglo XX se ha valorizado, junto con las rentas del capital y del trabajo, aquellas que corresponden a la actividad gerencial y empresarial. La capacidad de organizar las actividades productivas, de ordenar los distintos factores que la comprenden, han sido reconocidas como fuente de valor diferenciador.

Cuando se habla de lucro en actividades como la educación, es necesario precisar de qué estamos hablando. Desde luego, nadie pretenderá que un profesor, un director de escuela o el personal auxiliar, estén impedidos de lucrar de las actividades que realizan. Resulta imposible, salvo quizá para algunas comunidades religiosas, realizar actividades educativas sin remunerar a los agentes que participan en ella. Por el contrario, prohibir el lucro en educación parece indicar que se quiere impedir la existencia de rentas de capital en aquellos que pretenden emprender un proyecto educativo. Esto no debiera comprender la remuneración de la actividad de gestión directiva, que representa un valor separado del capital.

Otra fuente de confusión es asociar la negativa al lucro con la gratuidad. Ambos no son sinónimos, si bien es posible encontrar casos en que ambos conceptos van de la mano. Sin embargo, mirando la dignidad de quien recibe el servicio, muchas ONG prefieren cobrar, aunque sea una cifra simbólica, por los servicios que prestan. El Hogar de Cristo cobra en las hospederías una suma menor a los indigentes que recibe. De carácter no simbólico, sino que bastante real, son los aranceles que Universidades como la de Chile y la Católica cobran a sus estudiantes, sin que por ello pierdan el carácter de instituciones sin fines de lucro.

En resumen, lo que debemos entender es que el movimiento estudiantil está pidiendo que ninguna institución educacional que reciba subsidios del Estado pueda distribuir a sus dueños rentas de capital. Para justificar esta posición se argumenta lo siguiente:


  1. El Estado no tiene por qué hacer transferencias a privados que vayan a lucrar con ellas.
  2. Se reconoce que los resultados promedio de los colegios subvencionados serían superiores a los municipales, pero ello se debería a la segmentación y selección de alumnos de aquellos, y no a una mejora efectiva en estándares educativos.
  3. Su existencia implica la existencia de una estructura educativa que profundiza la segmentación social en el país.
  4. El esquema de pago de subsidios por Asistencia perjudicaría a las escuelas mas vulnerables.

Sin embargo, reconociendo el valor de algunas de estas posturas, ellas responden a una visión parcial del sistema. Al respecto se puede argumentar:

  1. La separación entre lo público y lo privado es menos nítida de lo que se plantea. El Estado puede pagar a privados por la realización de actividades de interés público. Así, nunca se ha cuestionado la existencia de subsidios habitacionales por los que el Estado paga a terceros por la construcción de viviendas, ni la entrega de fondos Fondart para obras artísticas que tienen fines de lucro para sus autores, ni subsidios a la contratación de mano de obra o capacitación de trabajadores. Una lógica similar existe en las concesiones de obras públicas y el pago de peajes. Todas estas son actividades realizadas con fines de lucro, sobre las cuales el Estado considera que hay razones para subsidiar la oferta. No hay razones de principio que lo impidan.
  2. Puede ser amplio el espectro de estudios que determinen si la calidad del servicio prestado por las instituciones con fines de lucro es inferior o superior a la de la educación pública. Sin embargo, ello siempre responderá a promedios calculados sobre la base del sistema existente en la actualidad. Al ver la "letra chica", nos damos cuenta que tanto en el sector público como en el privado hay una amplia variedad de instituciones, de buena y mala calidad. El sólo hecho de tener o no tener fines de lucro no garantiza buenos o malos resultados per-se.
  3. La desviación de alumnos del área municipal a la subvencionada produce segmentación pero, a la vez, ha permitido que clases medias puedan aislarse de vicios del sistema público derivados de las rigideces del estatuto docente y de la peligrosidad intrínseca de algunas escuelas y liceos de sectores mas vulnerables. Mas que incrementar la segmentación, ha permitido que parte de las clases medias puedan dar un salto hacia adelante, que difícilmente podría realizar en el esquema público genérico. 
  4. La base del problema no está en la escuela subvencionada, sino que en la mala calidad del sector público. Una educación pública de calidad es la que pone presión al mejoramiento del sector privado, y no al revés. ¿Quién prefiere pagar por un servicio si es de inferior calidad a aquel que se presta en forma gratuita. 
  5. Llama la atención el debate en torno al plebiscito que se plantea para elegir un sistema educativo. Aquellos que lo proponen son los mismos que plantean que los apoderados se ven excesivamente influidos por el marketing y la apariencia para elegir un colegio subvencionado por sobre uno público. Se plantea que el ciudadano está bien informado acerca de las bondades de un sistema educativo por sobre otro, pero es lerdo al momento de elegir la mejor escuela para su propio hijo.
  6. Se olvida la importancia que ha tenido el sector privado con fines de lucro en el desarrollo del nivel de cobertura educacional existente en Chile. Calidad no es cantidad, pero el volumen es una exigencia ética indesmentible, y el sector privado ha aportado grandes capitales para que este sea suficiente en nuestro país. ¿Por qué este esfuerzo no ha de ser remunerado? 
  7. Hoy se critica el pago de subsidios por asistencia, sin embargo se olvida lo importante que este resulta para asegurar la cobertura educativa, especialmente en tiempos en que el promedio de escolaridad de los padres llegaba a tercero básico. Esta exigencia no tenía sólo consecuencias educativas. Los programas de alimentación complementaria se basaron en la asistencia de niños a las escuelas, donde reciben su desayuno los niños. Altos niveles de asistencia favorecieron la disminución dramática de la desnutrición y otras enfermedades en Chile.
  8. En los tiempos actuales hay un genuino clamor por el reconocimiento de la diversidad en Chile, ya sea de carácter étnico, sexual o de cualquier otro tipo. Llama la atención que, por el contrario, se busque crear un modelo único y monopólico de educación. Sólo el Estado, las Iglesias o personas de alto patrimonio con ánimo filantrópico podrán educar. Un profesional de la educación o de otra área, no podrá acceder a crear un proyecto educativo, salvo para los mas ricos. De paso, al existir un agente educativo único o preferente, se profundizará la captura de la educación por parte de los gremios.


Toda la discusión en torno al lucro y la gratuidad parece, al final del día, una cortina de humo para esconder que el verdadero problema de la educación está en la sala de clases, donde un profesor guía a una treintena de niños. Que el dueño del local sea el estado o un privado sólo es importante en la medida en que influya en la motivación del docente para hacer mejor su trabajo. No está demostrado que esto lo haga mejor, de por si, el sector público o el privado. El punto es que, para mejorar la educación, debemos centrarnos en este vínculo mas que en el dueño del edificio. El Gobierno ha dado un paso gigante en este sentido al proponer diversas medidas que beneficiarán a la profesión docente. 

Se deben hacer diversos ajustes que permitan potenciar las bondades del sistema actual, que ha sido exitoso en masificar la educación, pero corregir las deficiencias que presenta en el plano administrativo y financiero que conspiran en contra de su calidad. El lucro está lejos de ser la madre de estas batallas.

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