miércoles, 19 de octubre de 2011

La Derecha: ¿Está todo Perdido?

Con la llegada al poder de Sebastián Piñera la derecha consiguió instalarse democráticamente por primera vez en 40 años. Esto generó la ilusión de que prontamente muchas de sus propuestas programáticas serían implementadas, y el país se encaminaría por un camino de desarrollo que haría cambiar las percepciones predominantemente centro-izquierdistas existentes en el país.

El terremoto consiguió que el gobierno tuviera que hacer un giro en sus prioridades, perdiendo la oportunidad que se da al recién llegado de tomar sus primeras medidas con una oposición debilitada. Errores propios, ampliamente publicitados y agrandados por parte de la oposición, han conseguido aislar al gobierno del apoyo ciudadano. La crisis generada por el advenimiento del movimiento estudiantil parece haber dado el tiro de gracia a sus intenciones refundacionales, limitándose a responder de crisis en crisis, resignádose apenas a tratar de recuperar el apoyo del tercio de la ciudadanía que usualmente sostiene a la derecha. El cambio y la nueva mayoría parecen ser un sueño lejano e impracticable.

Las medidas parecen hoy centrarse en dar señales de autoridad que pongan énfasis en el orden público, tan anhelado por el electorado de derecha, con barnices de políticas sociales, sentidas como robadas del ideario de la izquierda. Visto de este modo, nos encontramos con un gobierno que aparenta enviar medidas de parche que sirven para justificar la represión de los movimientos sociales. Le nueva derecha no aparece por ninguna parte, y el desánimo cunde entre sus filas.

Sin embargo yo soy de los optimistas que piensan que no hay mal que por bien no vengan, y que siempre se le puede dar una vuelta a la tuerca del destino. Y en política, los dos años que quedan a este gobierno, bien utilizados pueden bastar.

Los valores tradicionalmente asociados a la derecha parten con el orden público y el ejercicio de la autoridad. Los propios jamás aceptarán el enseñoramiento del caos. Parte del éxito de los veinte años de la Concertación es debido a que la derecha estaba dispuesta a tranzar algunas de sus banderas liberales a cambio de la estabilidad y cohesión social que le proponía dicha coalición. Por ello los empresarios amaban a Lagos. Sin embargo el ejercicio de la autoridad se puede caricaturizar con lo hecho por dos ministros distintos del gabinete. Por un lado, el ministro Hintzpeter trató de vestirse de sheriff, fracasando estrepitosamente en su intento de perfilarse como el adalid de la seguridad ciudadana. Sus errores al subir el perfil a casos que han terminado desmoronándose, como el del paquistaní y de las bombas, lo tienen al borde de la salida del ministerio. En contraste, el Ministro Bulnes, que no ha sido precisamente un blando a la hora de negociar, es respetado por su seriedad al enfrentar momentos difíciles, primero en la tragedia de la cárcel y luego en la larga  lucha de desgaste con los estudiantes. Es curioso destacar como, pese a la animadversión de parte del movimiento estudiantil por la posición que representa el Ministro de Educación, su figura nunca  ha sufrido los embates ni denostación pública que rodea a otras autoridades del gobierno, particularmente con su antecesor. Sus dichos pueden ser rechazados, pero su figura de autoridad es respetada aun por sus adversarios. Existe un reconocimiento de la seriedad del Ministro, mas allá de compartir o no sus puntos de vista. Esto es lo que verdaderamente se llama autoridad y que debe potenciar, mas allá de los juegos pirotécnicos para demostrar que esta se detenta con el poder de la fuerza.

El segundo pilar donde la derecha sustenta sus posiciones es el de la libertad. En este aspecto ello ha sido siempre matizado en su grado entre conservadores y liberales. Esta es una centenaria lucha entre aquellos que fundan sus posiciones en valores tradicionales, cercanos al humanismo cristiano, y aquellos que lo hacen desde una perspectiva liberal y laica. Esta es una tensión permanente y que, por lo demás, trasciende a la propia derecha recorriendo el centro, y hasta parte de la izquierda tradicional. Resulta imprescindible que ambas almas de la derecha logren concensos que permitan dar señales de gobernabilidad a la ciudadanía. Sin embargo, lo que mas falta es el énfasis en el discurso (o relato) acerca de las bondades para todos, ricos y pobres, que tiene el ejercicio de la libertad. Falta explicar como la energía liberadora de la iniciativa privada se transforma en bienestar para todos.

El caso de la educación es el mas dramático. Se ha tratado demostrar por parte de la izquierda que la mala calidad de la educación se debe al hecho de existir las escuelas subvencionadas. Al no conseguirlo, se argumentó que ella profundiza las iniquidades. Por parte del Gobierno el respaldo a las instituciones privadas se ha visto como un apoyo al capital, a los poderosos, sin que este haya enfatizado cómo la existencia de instituciones privadas genera diversidad de valores y procedimientos educativos, da mas espacio de libertad a los propios padres, y logra incrementar significativamente la cobertura educacional del país. La derecha debe enfatizar que la heterogeneidad es un valor que se debe contrastar vis-a-vis con los que propugna la izquierda. Si se respeta (y hasta promueve) la diversidad en otros ámbitos - étnico, sexual, estético, etc. - ¿por qué se quiere restringir en el ámbito educativo al Estado o agentes sin fines de lucro? Es el triunfo de la burocracia, los grupos de poder, Iglesias y grupos ideológicos, que tienen fuentes de financiamiento propios, frente al individuo particular, que debe vivir de su trabajo, y cuyos intereses particulares vayan del lado de la educación; y también frente al padre y madre, que se debe someter a la decisión de los mismos grupos descritos al momento de elegir un colegio para sus hijos.

El tercer y último pilar es el de la protección social. Creer en la libertad no excluye, sinó que requiere que exista un umbral mínimo de igualdad en el punto de partida. La promoción de la competencia y los límites a eventuales abusos de poder dominante, la regulación de los contratos de adhesión, y, sobre todo, la promoción de aquellos sectores que acceden al mercado en condiciones tan desfavorables que no les es posible incorporarse sino que en forma marginal al sistema. Nivelar la cancha es un valor a promover. La diferencia entre la derecha y sus adversarios es el principio de subsidiariedad. El socialismo promueve un sistema económico y social en que sea el estado el que provea los bienes y servicios que requieren los ciudadanos -el llamado Estado de Bienestar-. Es el Estado el que determina el tipo de educación, salud o vivienda que debe tener la persona. El principio de subsidiariedad señala que la elección es del ciudadano, luego de las organizaciones intermedias, y sólo en último término actúa el Estado. Los programas sociales del gobierno no son, como se quiere hacer ver, una apropiación de valores del socialismo, sino que son principios propios de la derecha. La lucha que dan los estudiantes tiene un marcado cariz individualista. Son ellos por obtener una mejor y mas económica educación para ellos mismo. Hay poca lírica en esto, pero si un hecho fundamental: la búsqueda del interés propio. No hay lucha de clases y hay mucha sociedad de consumo. Es necesario demostrar que limitar la acción del estado deviene en un mayor bienestar para todos.

Mas allá de lo valores propios de la derecha, hay una deuda en el gobierno con la gestión y la comunicación de sus políticas. Falta rapidez y eficiencia en la adopción e implementación de políticas agresivas de carácter redistributivo enfocadas a los sectores mas bajos de la población. Las reformas educativas han sido tibias. La transacción en la aprobación del postnatal extendido generó una de las políticas mas regresivas implementadas en decenios.  Hace falta un proyecto emblemático que amplíe significativamente la cobertura de la educación preescolar y la implementación de reformas que aseguran la calidad, especialmente dentro de la educación básica y media. Y se requiere que los proyectos insinuados sean presentados como proyectos de ley, no sólo como declaraciones de intenciones, de manera que puedan constituir un relato claro para la ciudadanía, y no sean percibida como medidas de parche para ablandar a los estudiantes.

Se ha querido hacer ver que todo lo bueno de los últimos 20 años es obra de la Concertación, mientras que los problemas vienen de la falta de apoyo de la derecha. La verdad es que los límites impuestos por el juego parlamentario es lo que permitió que el centro controlara los impulsos estatizadores de las fuerzas centrífugas concertacionistas. Sin ello, el éxito de dicha coalición, y del país, de los últimos decenios hubiera sido una quimera. Al mismo tiempo, hay que reconocer que las instituciones que sostienen el sistema político están desbordadas. No hay que anclarse a ellas, sino que buscar alternativas que permitan mejorar los esquemas de representación ciudadana y permitan razonables niveles de gobernabilidad.

Al acercarnos a la medianía del período presidencial se abre la última oportunidad de dar un golpe de timón: fin a la pirotecnia, profundización de aquellas medidas en que existe convicción, con proyectos de ley claros, precisos y financiados. Se puede y se debe hacer. La gente lo reconocerá.

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