domingo, 1 de septiembre de 2013

40 años no es nada

Me resulta aburrido escuchar y leer sobre el golpe militar del ´73. El Chile de hoy tiene poco o nada que ver con la sociedad post-hippie, pese a lo mucho que algunos intenten plantear lo contrario: Una historia rosa de la democracia de aquellos años que tiene muchas similitudes con aquella que otro sector pretendió generar 500 años antes a partir de la conquista de América.

Tengo 48 años, lo que me hace recordar con cierta claridad los eventos de aquellos años. Recuerdo las noticias en blanco y negro y los diarios. Recuerdo los viajes con mi padre a localidades rurales para conseguir alimentos que escaseaban, el chancho chino y los sesos fritos, las botellas de aceite vacías de manera permanente arriba de la citroneta, por si encontrábamos de camino algún negocio de que dispusiera de ese producto. Me ponía contento salir temprano del colegio, aunque ello se debiera a un anuncio de bomba. En los 17 años del régimen fui menos que un actor de reparto, quizá apenas un extra en el drama. No era ciego a lo que pasaba, pero tampoco inmune a la propaganda oficial. Tomé la decisión de estudiar Derecho en la Universidad de Chile, donde pude ver lo que a lo mejor en gran parte del resto de Chile era invisible.

Nuestra generación recibió un país dividido, trizado, empobrecido y desigual, y le está entregando a la que viene una nación próspera, inquieta y democrática. Si no tuviera tanta carga, bien podríamos decir misión cumplida. Pero los fantasmas del pasado reviven de tiempo en tiempo, y este es uno de aquellos. La campaña orquestada contra Juan Emilio Cheyre es una muestra palmaria de aquello, y un cambio paradigmático en la estrategia de reivindicación de la izquierda.

Desde el informe Rettig en adelante ha existido un esfuerzo por encarcelar a los culpables de violaciones a los derechos humanos durante la Dictadura (para los puristas recordemos que el mismo Pinochet calificó a su régimen de Dictablanda). Se pasaron por alto algunos detalles propios del Estado de Derecho en los procesos, como presumir que quien fue secuestrado en los 70, seguía en esa situación al cambiar el siglo, a fin de no tener que lidiar con la enojosa institución de la prescripción. En fin, la justicia a veces requiere algo de cinismo. El problema con al persecución a Cheyre es que ya no se acusa a quien cometió un crimen, sinó que a quien quizá pudo denunciarlo, o quizá sabe algo mas de lo que dice, o quizá simplemente estuvo en el lugar y posición equivocados en el momento menos apropiado. La culpa fue apoyar a un régimen del que no se quiso o no se pudo intuir que realizó la gran barbarie del Chile del siglo XX.

Estas culpas indirectas abren un amplio espectro a las recriminaciones. Mucha gente en la derecha dice no haber sabido. Los que sabían arguyen que pensaron que eran excesos de unos pocos. Y los que vieron algo mas, pensaron que era el mal menor. En fin, muchos tendrán (o tendremos) que dar explicaciones a San Pedro, pero abrir en la tierra esta caja de Pandora obliga a cuestionarnos por las causas de la barbarie, mediatas o inmediatas. Desde la CIA hasta El Mercurio, desde La Papelera al Partido Nacional, todos querían que el gobierno de Allende terminara. ¿Pero era esto simple inquina contra el socialismo de Allende?

Si se trata de buscar las verdaderas causas del golpe del 1973, mas allá del simple voluntarismo de las Fuerzas Armadas, éste se originó en el fracaso de la democracia. El sistema político y económico construido a partir de la constitución de 1925 falló en entregar los mínimos de prosperidad que el país requería. En la disyuntiva de definir el modelo de desarrollo requerido el país debió optar entre sistemas antagónicos: marxismo o liberalismo. La Democracia Cristiana buscó representar un camino intermedio, pero los dados de la polarización ya estaban echados. La misma DC engendró su propio dogmatismo al decir que no cambiaría una coma de su programa ni por un millón de votos. Por el lado de la izquierda la polarización llevó a que, en su Congreso de Chillán, el Partido Socialista legitimara la vía armada. La democracia era motejada de formal y burguesa, por lo que había que superarla por cualquier forma de lucha.

Al acceder al poder, con un exiguo tercio de los votos, Allende quiso acometer una agenda de transformaciones radicales. Por no tener el control del Congreso debió recurrir a los llamados resquicios legales. Se encontró un decreto de la época de la dictadura de Ibañez que permitía nombrar interventores en empresas paralizadas por cualquier causa, que fueran consideradas estratégicas. El esquema era el siguiente: 1) El sindicato paraba la empresa. 2) El gobierno la declaraba estratégica (aunque fuera una fábrica de juguetes) y 3) Nombraba un interventor, que normalmente era el presidente del sindicato. Al poco tiempo la productividad de la empresa se iba al suelo por las ineficiencias en la gestión. Algo similar ocurrió con la Reforma Agraria. Se pensó originalmente que los fundos serían expropiados a los latifundistas y entregados títulos de dominio individuales a quienes trabajaban la tierra. Debido al gran número de inquilinos, debieron hacerse asignaciones colectivas en los llamados asentamientos. La deficiente calidad de gestión en estos generó también una disminución en la producción radical. Estos hechos generaron un grave desabastecimiento de todo tipo de bienes en el país. No fue la CIA, ni el gran empresariado, ni los camioneros los que llevaron la inflación a cifras superiores al 1000%, sinó que fue la radicalización del programa de la Unidad Popular.

Allende fue un inepto al tratar de ordenar a sus propias fuerzas. El Partido Socialista, encabezado por
Carlos Altamirano llamaba a diario a incendiar la pradera. El MIR, las Brigadas Ramona Parra, el MAPU y la Izquierda Cristiana desarrollaban sus propias iniciativas sin atender a ningún tipo de moderación. Quizás los únicos conscientes del riesgo estaban el el Partido Comunista. El gobierno no supo, o no quiso ordenar a sus partidarios a fin de que distinguieran lo factible de lo utópico.

No solo la economía estaba quebrada. Las ilegalidades del gobierno y las vías de hecho de sus partidarios fueron condenadas en innumerables ocasiones por los tribunales de justicia. Sin embargo aquél no acataba los fallos cuando estos no le eran convenientes, y no transmitía las órdenes correspondientes a la fuerza pública cuando lo creía inapropiado. No sólo la economía, sinó que también el Estado de Derecho había quebrando mucho antes del 11 de septiembre de 1973.

En esta perspectiva, antes de acusar a Cheyre, debemos exigir las disculpas de todos aquellos que torcieron nuestra democracia al punto de hacer inevitable su quiebre. Allende, como Pinochet, ya no podrá dar explicaciones, pero aun tenemos muchos políticos que ejercieron cargos de poder en el gobierno de la UP que no han dado la cara al país. ¿Alguien ha exigido a los ex-MIR ex-MAPU y ex-IC que expliquen su actuar principista? ¿Alguien ha dado excusas pública como autoridad del Partido Socialista por pretender infiltrar a la Armada? ¿Alguno de los que hoy prende velas a Salvador Allende es capaz de reconocer que en su momento lo dejó solo políticamente? Sin duda todos estos tienen mucho mas que explicar que Cheyre.

Como dije al principio, pertenezco a una generación que valora los acuerdo y consensos, por tener en la memoria el destino trágico a que llevó la radicalización política en nuestro país. La política no es un ejercicio lineal. Siempre hay avances y retrocesos, interpretaciones y reinterpretaciones. Pero nuestra generación, con sus luces y sombras, caminando en este permanente zig-zag, ha sabido superar la indigencia, y dejar al país a las puertas del desarrollo. ¿Será capaz de nueva generación, que nos mira de reojo y con desconfianza, conseguir en 20 o 30 años mas, objetivos tan grandes como los que nosotros, todos los chilenos, hemos logrado en estos años?

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