jueves, 29 de mayo de 2014

EL NEOMARXISMO BACHELETISTA

A propósito de la propuesta de despenalización parcial del aborto, la presidenta Michelle Bachelet dijo que una sociedad madura no debe tener temor a ningún debate. Esta aparentemente irrebatible afirmación tiene implícitos varios supuestos que nos pueden decir mucho del carácter de la nueva administración, que es claramente menos inocente que lo que la frase denota

En primer lugar, nos lleva a pensar que antes éramos inmaduros, y hoy lo somos un poco menos. Esto permite que aquellos que maduraron primero (se acuerdan de la vanguardia del proletariado) nos plantean los temas del futuro. De allí la segunda conclusión, que es que aquellos que piensan distinto de aquella élite progresista son los grupos de involucionados, retrógrados y cavernarios. 

Esta forma de pensar, lejos de ser una anécdota, denota el carácter de la nueva administración. La famosa polémica que surgió del vídeo que defendía la reforma tributaria es heredera del mismo concepto. En esta oportunidad, en vez de ser cavernícolas, los que se oponen a esta iniciativa son los poderosos de siempre. La actitud es demoler al enemigo, no por el diálogo o la convicción, sinó que por su destrucción moral. La descalificación del enemigo parece ser la consigna.

Marx, aggiornado por Gramsci, vuelve en gloria y majestad. Hay un liderazgo que plantea lo que la sociedad requiere. Un grupo de poseedores de la verdad, que dialoga no para enriquecer su postura, sino para alinear las conciencias de los sectores culturales que les sean mas afines, y para demonizar a aquellos que se les opongan. En todas sus entrevistas la Presidenta, y varios de sus ministros, nos han notificado que se puede conversar, pero sin dejar de demostrar que harán valer sus mayorías a toda costa.

La demonización de la oposición no es accesoria. Los grupos moderados, pequeño burgueses en el lenguaje marxista, permanecen como una espada de Damocles. Su alianza con la extrema izquierda no puede fundarse en la unidad de propósitos (hemos visto como están llenos de matices, en los dichos de Ignacio Walker), sinó que en el riesgo de ser motejados de la misma forma que la oposición, demonizada de no alinearse con el grupo de vanguardia. 

El factor tiempo se transforma entonces en un elemento evidente. El riesgo de que los moderados abandonen a un gobierno radicalizado es evidente. La popularidad de la Presidenta es un antídoto significativo para este riesgo. Pero esta popularidad, tan persistente en el tiempo, no está garantizada en absoluto. Ya el tratamiento de la Reforma Tributaria parece haber eliminado toda la buena fe que le presuponían aquellos que no votaron por ella. El riesgo del desbande de los propios está a la vuelta de la esquina. Estos movimientos en la opinión pública, lejos de moderar los ánimos, parecen que hacen al gobierno apurar mas el tranco. La duda es hasta donde aguantará la cuerda. Como nunca, la gente es la que tiene la respuesta.

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